Lic Dariana González
La típica frase ¡No pasa nada!
Al leer esta frase, tal vez podrás recordar las tantas veces que posiblemente la has usado en un intento por querer que tus hijos sean valientes y evitar su llanto luego de una caída, un tropiezo o en todo caso cuando sienten que algo sucede y eso trae su reacción emotiva. De generación en generación ha ido colándose esta frase para acompañar esos momentos angustiosos. Sin embargo, ¿Son esas las mejores palabras para acompañar un sentimiento? No lo son. Cuando decimos “No pasa nada” estamos anulando o negando que algo de hecho ha ocurrido y en el fondo no es eso lo que deseamos transmitir. Un ejemplo Veámoslo con un ejemplo: Tu hijo está jugando en el parque y de pronto se cae. Tú lo ves y te percatas que se ha caído pero que es más que todo un susto puesto que no ha sido mayor cosa. Sin embargo, él viene corriendo a donde tú estás con cara de querer romper en llanto, a lo que tu respondes ¡No pasa nada, sigue jugando! Lo haces buscando que él controle su llanto y regrese al parque. En lugar de eso podemos usar frases como ¡Seguro te asustaste, yo también lo hice! ¡Qué bueno que estas bien! O ¡Parece que es sólo un golpecito, seguro estarás bien! Y permitirle que decida en qué momento retomar lo que hacía, para identificar cuando se sienta seguro de volver. Todo esto sin la intención de hacer gran alboroto por lo sucedido (ya que sabemos que eso agrava la situación), pero sin llegar al extremo de anularlo por completo y decir que nada ha pasado. Por qué una frase diferente? Finalmente ¿En qué lo beneficiaría escuchar una frase diferente de mamá o papá? Lo beneficiaría en sentirse comprendido, escuchado, tomado en cuenta; cuando validamos nuestras emociones nos sentimos más reconfortados. Posiblemente una pequeña caída para nosotros no es nada y queremos que ellos lo sientan así, pero es de suma importancia que el niño no quede con la idea de ¡A mi mamá o papá no le importó lo que me pasó!